La contratación de un arquitecto.

La carrera de arquitectura es una de las más antiguas y populares en México y el mundo. Todos tenemos algún amigo arquitecto. ¿Por qué, entonces, a la hora de iniciar un proyecto de diseño, remodelación, o construcción no acudimos a ellos? ¿Por qué son tantas las obras que no cuentan con un arquitecto?

Una cuestión de conveniencia

Existe la creencia de que contratar a un arquitecto es ocioso o que es un lujo, que encarece el proyecto. 

Una manera muy simple pero muy certera de responder a esa idea es con el refrán que dice “lo barato sale caro”. 

Con el afán de “ahorrarse” los honorarios de un arquitecto que se encargue de planear y ejecutar un proyecto constructivo, por más pequeño que sea, muchas personas están acostumbradas a ocuparse por sí mismas de las decisiones sobre la obra y la administración de la misma, o en el mejor de los casos, recurren a un contratista que sea quien reúna la mano de obra y adquiera los materiales. 

¿Por qué incurren en un error? La respuesta completa apela a razones de varios tipos: estabilidad y seguridad, durabilidad y garantía, goce y deleite, y por supuesto, economía.

Un arquitecto está capacitado para calcular estructuras contra fatiga, viento, sismos, lluvia, y los demás elementos del ambiente a los que está expuesta. 

Una obra que se realiza sin cálculos peca o por exceso o por defecto: o bien los elementos estructurales son más robustos de lo que se requiere -con lo cual se pierde espacio, tiempo, pero sobre todo dinero- o bien resultan insuficientes – y fallan frente a cargas inusuales o aparentemente inesperadas, como los terremotos o los deslaves, provocando la pérdida del patrimonio o incluso de la vida.

El contrato y el arquitecto

La contratación de un arquitecto debe incluir, como su nombre lo dice, la celebración de un contrato. 

Un contrato legal protege al arquitecto y le asegura cobrar la parte que le corresponde por su trabajo, pero también blinda al cliente: los errores que pudieran cometerse, los consabidos vicios ocultos que surgen al comenzar a habitar un espacio, deben arreglarse, y cuando hay un contrato de por medio, según sus términos, hay un responsable de corregir cualquiera de estos desperfectos. Es decir, la obra tiene una garantía.

Un arquitecto también es un especialista en términos de estética, capaz de ofrecer al cliente espacios que toman en cuenta la funcionalidad,  la comodidad -temperatura, iluminación, sonido- y el gusto -estilo, color, ambientación. Una obra que fue diseñada es una obra capaz de estimular los sentidos.

Todos estos aspectos redundan en una cuestión fundamental: la economía. 

En una entrada anterior de este blog explicamos cómo es que la economía, aunque siempre se traduce en recursos monetarios, va más allá de ellos. 

Una obra realizada por un arquitecto no tiene por qué utilizar más que los elementos, las personas, los materiales, y el tiempo necesario; pero tampoco escatima en todo esto, pues tarde o temprano habrá que reponer, sustituir, o completar. 

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